En este marco, inauguré hace un mes, un expendio de pan y contraté a una empleada.
Platicando con ella, me hizo un comentario al cual reaccioné de inmediato y por el cuál estoy escribiendo este post, agregando un poco de pasión a mi abandonado blog.
-No sé si podré estudiar la universidad, porque en mi casa somos muchos y estamos pobres, y tengo que ayudar- dijo Mari un tanto desilusionada.
-Pues ¿cuántos son en tu casa? - pregunté con curiosidad.
-Somos 8 hermanos y mis papás.
Entonces me puse a reflexionar acerca de los pretextos que los seres humanos no ponemos para NO alcanzar nuestras metas.
En esta vida hay muchas Maris y no necesariamente son tan pobres, ni tienen tantos hermanos. ¡Caramba! ¿Qué Mari no podría ayudar más en su casa, si estudiara una carrera universitaria?
Pues sí, nos encanta consentirnos y decir que no podremos... "Es que es difícil...", "es que tengo que...", "es que no puedo..." "es que me da miedo....", "es que tengo derecho a descansar...." "es que prefiero vivir el presente....". Nos encanta dejarnos vencer por la adversidad y ponertos todos los pretextos.
Lo peor del caso, es que estoy seguro de que si analizamos los pretextos que todas las personas tienen para no ser exitosas, para no alcanzar sus sueños, podríamos ver que todos ellos son válidos y que de todos podríamos compadecernos. Sin embargo, cuando uno tiene objetivos claros, vence esos miedos, aniquila esos pretextos y se transforma en una persona nueva, soberana de sí misma que genera abundancia, pues sus deseos, se transforman en realidades.
Esto fue lo que le dije: "Mari, seguramente tú tendrás que hacer un doble esfuerzo, claro que tendrás que trabajar y tendrás que estudiar, tendrás que conseguir una beca y deberás apoyar en tu casa. Pero eso no significa que tengas que abandonar tus aspiraciones. Si te dedicas a consentirte ahora, entonces puedo ver que tu futuro será muy parecido al difícil presente que tienes ahora. Haz lo que tengas que hacer, pero no te compadezcas de ti misma".
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