En mi casa no se escuchaba ópera.
Nunca. Crecí como muchos de ustedes con la música de Flans y Timbiriche. Karina,
la cantante venezolana, era mi novia secreta. Y debo reconocer que de niño,
odiaba la ópera. Toda me parecía igual. Las clases de violín no sirvieron para
que, en ese entonces, yo la apreciara.
De hecho, comencé a apreciar la ópera
a los veintiviejo. Mi mamá me enseñó un video de la nieta de Pavarotti cantando
Caruso. No al estilo operístico, sino con un estilo más pop. Entonces leí un
poco acerca de la ópera. Leí una reseña en donde hacían referencia a un
periodista que concluía que las cuerdas de Pavarotti habían sido besadas por
Dios. Esa sola descripción fue bastante prometedora como para hacer un poco de
investigación. Entonces escuché por primera vez a Pavarotti cantar Caruso (Cuando
hablo de Caruso, no me refiero al tenor, sino a la canción compuesta en su
honor). E intenté escuchar muchas versiones de Caruso por otros cantantes. ¿De
verdad había una diferencia entre los otros y Pavarotti? Escuché a muchos:
Desde Plácido Domingo hasta Andrea Boccelli. Después de algunas semanas de
escuchar Caruso, llegué a la misma conclusión que había visto en aquel artículo
que leí: Las cuerdas vocales de Pavarotti, habían sido besadas por Dios.
¿Cómo pudo mi cerebro hacer un
salto de la incompetencia auditiva (mi oído no podía hacer diferencia clara
entre un tenor y otro -de hecho, ni siquiera podía diferenciar entre un tenor,
un barítono o un bajo-) al enamoramiento ipso
facto del tenor más grande de todos los tiempos? Es sencillo. Adquirí consciencia
a través de alguien que lo explicó: Pavarotti tenía una voz gloriosa de timbre
brillante, fraseo extraordinario de dicción clara y una técnica sólida. Y
después, con mucha pasión, estuve intentando ver las diferencias. Escuché la
música conscientemente.
A partir de este evento en mi
vida, decidí jamás volver a hacer mofa de alguna obra abstracta o del error inevitable
de un futbolista con el balón. ¿Por qué? Básicamente porque me considero
incompetente para analizar y evaluar el 99.9999% de las actividades humanas… ¿Por
qué? Por ignorancia, básicamente.
Y es que eso es lo que pasa. Cuentan
de un amigo que, en un restaurante, una vez regresó un plato de espagueti porque
no estaba al dente. Hasta que otro
amigo en común me lo platicó, en ese entonces yo no sabía qué era que una pasta
estuviera al dente. Entonces, hice
una investigación similar a la que hice con Pavarotti y después de varios meses,
decidí que, en efecto: La mejor forma de comer una pasta es al dente.
Sabores, imágenes, sentidos estéticos, proezas deportivas,
espacios arquitectónicos, sonidos, gustos musicales, obras de la cinematografía,
fotografías, esculturas, arte y hasta lo que enseño yo (dirección de
proyectos), no pueden ser apreciados a través de la oscuridad de la ignorancia.
El experto en un tema tiene un tercer ojo que le ayuda a ver la complejidad de
una cosa: Caminar es fácil hasta que un médico describe el funcionamiento o un
ingeniero intenta imitar el mecanismo de la caminata con un robot; patear un
balón parece tonto, hasta que uno intenta analizar un partido de fútbol o,
mejor aún, intenta jugar un partido de fútbol y se da cuenta de que no es tan
fácil ganar un juego; un embrión es un conjunto de células, hasta que uno tiene
un hijo y entiende que no hay regalo más grande que esa vida que empieza desde
la concepción.
De ahí mi risa maliciosa cada vez que, por ejemplo, un
político se compromete a algo que entiendo que es difícil (desde terminar con
la delincuencia, hasta aumentar el empleo o construir un aeropuerto en tiempo
récord). Es fácil señalar a “todos los que lo hicieron mal”. Es fácil
señalarlos, básicamente, porque se ignoran los verdaderos esfuerzos, porque se
ignora el conocimiento.
Pero bueno, cada quién está en el derecho de decir lo que
quiera y de comprometerse a lo que quiera. El problema es mantenerse en la
ignorancia. Es más sensato decir: este tema se sale de mis competencias a decir:
“esto es feo”, “esto es fácil”, “ellos no saben”, “son unos fifís”, “son unos
mochos”, “son unos tecnócratas”. Si no se comprende, es mejor intentar
comprenderlo antes de rechazarlo y si termina por no comprenderse, es mejor
reconocer la ignorancia y dejar que otro se encargue.
El conocimiento y la consciencia hacen una vida más rica,
más atenta, más asombrosa por ser asombrados. Decidí escribir este artículo
porque ayer leí que mi amigo Dankmar hablaba de la capacidad de asombro. En redes
sociales, mucha gente se burló de la imagen del primer agujero negro visto por
el hombre.
A pesar de ser ingeniero y de tener una amiga que podría
explicarme Ana Torres, aún no comprendo el mecanismo a través del cuál se generó
la imagen. No comprendo cómo es que pudo generarse una imagen sincronizando 8 telescopios.
Lo único que entiendo es que pasaron más de 100 años desde la descripción de
los agujeros negros hasta la captura de la imagen de uno de ellos y eso suena a
complicado.
Pero… ¿Por qué la gente se burla? Básicamente, por la misma
razón por la que yo no entendía la ópera, por la que un presidente piensa que
es buena idea cancelar un aeropuerto o por la que a una persona sin estudios de
sommelier le da lo mismo un vino que
otro: Porque no sabe.
De ahí la importancia de la educación. Es que la educación
debe ayudarnos a tener gente más consciente. Gente consciente de sus actos y
dichos. Gente consciente del esfuerzo que requiere un avance. Gente consciente
de que las cosas no son fáciles pero que pueden lograrse. Gente consciente de
que las decisiones humanas tienen consecuencias morales que siempre van de la
mano de la destrucción del propio ser humano.
Estoy en el camino correcto. Por eso estoy tan apasionado
trabajando para la educación en México. Mientras haya gente que no entienda los
comportamientos humanos respecto a la economía, mientras haya gente que no sepa
las bases para dirigir un proyecto y piense que el proyecto falla porque los
que lo hacen son tontos, mientras haya gente que no entienda el daño que se
hace a sí mismo por cometer actos inmorales y, mientras haya gente que no le
gusta la ópera porque el Reggaetón le parece más interesante… Hay mucho que
hacer en la educación.
Y ahí está que sí. La
ópera tiene que ver con los agujeros negros.
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