Podemos comer del fruto de cualquier árbol, menos del árbol que está en medio del jardín.
Eva en el libro del Génesis
No hay forma de pecar sin ser
humillado. Ahí la tragedia. Si el pecado fuera bueno no humillaría, tarde o
temprano, a quien lo comete. El pecado humilla a todos, incluso al hombre más
rico del planeta, al más poderoso o al deportista más querido. Y ahí tienen a
Zague, Donald Trump y hasta a Jeff Bezos, humillados como consecuencia del
pecado.
Te pongo en contexto.
En el mundial de Rusia, Zague, un
comentarista deportivo: casado, de buena familia y hombre de fe, fue puesto al
descubierto por enviar un video pornográfico a su amante. Resultado: Publicación
del video y divorcio de su esposa.
No muchos lo recuerdan, pero Donald
Trump estuvo casado con Ivana durante 20 años. Fue descubierto con su amante y,
lo que parecía un fruto delicioso, terminó con humillación pública y dos
divorcios sonados: Cuando se divorció de su mujer y luego de su amante Marla.
Y, más recientemente, el hombre más
rico del mundo y dueño de Amazon, Jeff Bezos, anunció hace unos meses su
divorcio pacífico por Twitter. No podía esperarse menos de un hombre brillante
y talentoso, diestro en las artes sociales. Un hombre con tal cerebro, sólo
podría planear un divorcio pacífico y de común acuerdo. Al menos así lo publicó
en la red social:
"Como saben nuestra familia y amigos más cercanos, tras un periodo de amorosa exploración sobre nuestra relación y una separación, hemos decidido divorciarnos y seguir nuestra vida como amigos. Nos sentimos increíblemente afortunados de habernos encontrado el uno al otro y profundamente agradecidos por cada uno de los años que hemos estado casados… Si hubiéramos sabido que después de 25 años nos divorciaríamos, nos volveríamos a casar".
Bonitas
palabras para encubrir lo que en realidad pasaba: Jeff tenía un amorío con la
amiga de ambos. Cualquier persona incrédula y poco diestra en reconocer los
bajos trucos del que mi abuela llamaría: “el chandengue”, podría pensar que el
pecado no existe. ¡Es el siglo XXI! Podemos casarnos y descasarnos de forma
pacífica. Pero si analizas más a fondo, todo se vuelve peor. A los pocos días
del anuncio, el National Enquirer publicó conversaciones íntimas de Bezos con
su amante, Lauren Sanchez, dejándolos humillados, devastados y dándole la
bienvenida a lo que sé que no será una relación muy duradera.
Y
el motivo de este artículo no es, ni será nunca, juzgar a los 3 personajes (a
quienes admiro desde hace años). Como dice un sacerdote al que sigo:
“Se juzga el pecado, no al pecador”. Finalmente, ellos 3 son víctimas de la
peor tragedia del hombre: el pecado.
Por
eso, cuando alguien me dice que Adán y Eva no existieron, dentro de mí, surge
una risita no burlona, ni sarcástica, ni hiriente, sino compasiva y amorosa.
¿No existieron? Me pregunto. Y me respondo: No existieron: EXISTEN.
Y
es que la historia se repite. Todos los días. Todos los días, la serpiente
viene a ti hombre o mujer y te ofrece una manzana. Esa manzana madura, roja,
dulce. Esa manzana suculenta y hermosa. Esa manzana que te hará libre, feliz y
pleno. Esa manzana que, finalmente, nadie sabrá que probaste. Esa manzana
multiforme y placentera. ¿De qué viene disfrazada el día de hoy tu manzana? ¿De
esa mentirita que te hará ver como más inteligente, más noble o más sensato?
¿De esa aventurilla con tu compañero del trabajo que también está casado? ¿O de
la copita de más? ¿O de tomar eso que no es tuyo pero “ah qué bien te
ayudaría”? Tal vez viene disfrazada de esa píldora anticonceptiva, o de la
primera inhalación de cocaína, o de ese aborto que ayudará a no interrumpir tus
planes, o del “amor” que sabes que no puede ser.
No
pasa nada, dirás. ¡Soy libre! Gritarás. ¡Dios me hizo así! ¡Es un regalo de
Dios! O simplemente: Dios no existe, ni el diablo, ni el pecado ¡inventos de
las abuelas! Pero en la noche, el enemigo del hombre, se encarga de
arrastrarte, de ponerte contra el polvo, de pisotearte porque… caíste, así como
Eva. Así como Adán.
Y
ya ves que Dios es claro. Sólo te pide que no comas de un árbol… Puedes ser
astronauta o filósofo. Empresario, banquero o barrendero. Puedes viajar a
Europa, romper un récord olímpico, escribir un libro o hacer un videoblog. Ser
veterinario, relojero o futbolista; pintor, escultor o arquitecto. Ingeniera,
científica, enfermera o presidente. Puedes ser el hombre más rico del mundo o
el más pobre. Puedes ser cura o monja, enfermero o doctora. Puedes beber café,
Coca Cola o agua. Andar en limousine, en camión, en bicicleta o en patín del
diablo… Si lo haces bien, hasta puedes andar en helicóptero. Puedes ir de
vacaciones a la playa o al bosque, incluso hasta el desierto.
Nada
de eso humilla. Por el contrario, todo ello es increíble. Pero… Escucha este
consejo. Si no quieres ser humillado, sólo te pido un favor: Conoce los frutos
del árbol prohibido que Moisés escribió en las tablas de la ley y evita comerlos.
¿Y qué tiene que ver la catedral
de Notre Dame?
Nuestros críticos creen que
pensamos que el origen de todos los males es el diablo. No es así. El diablo no
prendió llamas a la catedral de Notre Dame. El verdadero mal al hombre no viene adornado con llamas y fuegos artificiales. El diablo es mucho más sutil y astuto en
su comportamiento.
Sinceramente, en estos tiempos de turbulencia en la Iglesia, doy gracias a Dios
del incendio en la catedral. ¡Qué manera más hermosa tiene Dios de que el mundo,
voltee a ver a Cristo en esta semana Santa! Porque los que poco sabemos,
sabemos que todo pasará ¡hasta las catedrales más hermosas del mundo! Cielo y
tierra pasarán, Notre Dame y Colonia pasarán… Pero sus palabras (las de Cristo)
no pasarán.