Hoy le tocó el turno a mi evangelio favorito.
La parábola del mal administrador.
Para los que me conocen, saben que hace algunos años, escribí un enunciado de misión de vida que dice lo siguiente: "Soy príncipe del universo, hijo predilecto de Dios y el mejor administrador e inversionista de los bienes de Dios en esta tierra".
¿Megalómano? Tal vez. Sé que actualmente hay muchos mejores inversionistas y mejores administradores de los bienes de Dios. Pero mi fe sabe que al menos soy eso en potencia y me gusta jugar a repetirme esa frase.
Sin embargo, aunque algunos de mis amigos más cercanos conocen mi enunciado de misión de vida, creo que ninguno sabe cuál es la razón por la que elegí la frase. Hoy que el evangelio me hizo recordar algunas cosas, quiero contarles la historia.
La frase consta de 3 partes. La parte de ser Príncipe, la parte de ser administrador y la parte de ser inversionista. De hecho, no crean que mi enunciado fue escrito a la primera. Antes que ese enunciado tuve algunos otros e incluso este enunciado final estuvo escrito en 3 etapas, las cuales conformaron las 3 partes.
La primer frase fue simple. Siempre me gustó mucho la explicación del Padre Nuestro. Saberme hijo de Dios, desde muy niño, me hizo muy feliz. Todas las mañanas y las noches le pedía Pan a PapaDios y desde que me enteré que si mi papá me quería mucho, entonces Dios me amaba un número infinito de veces más, entonces me sentí amado. Sin embargo, mi experiencia de la infancia no fue definitiva en la redacción de mi enunciado. La razón definitiva fue una diferente.
Hace algunos años, escuchaba al canta autor Facundo Cabral en una entrevista y contaba que en una ocasión, deambulaba por las calles, pobre y sin zapatos cuando un señor le dijo, "Oye tú, príncipe, ¡ven para acá!" El pobre joven, al ver que alguien se refería hacia él como príncipe, le dijo al señor "No, señor. Me confunde. ¿Qué voy yo a ser príncipe, si soy un pobre mendigo?" Entonces el señor contestó."Claro que eres príncipe o ¿cómo quieres que llame al hijo del Rey del Universo?"
Desde entonces me percaté de la importancia que tiene el llamarnos hijos de Dios y la importancia que tiene sentirnos príncipes. Por eso agregué esa frase a mi enunciado de misión de vida. Y si soy un príncipe, tengo que comportarme como tal.
La segunda parte de mi enunciado de misión, es precisamente esa que reza que soy el mejor administrador de los bienes de Dios en la tierra. Y esa parte la articulé también hace algunos años, después de oír el evangelio que se leyó en la misa de hoy.
Jesús habla, en el Evangelio de Lucas, de un administrador que hizo malos negocios con los bienes de su amo por lo que el amo decidió despedirlo. Al ver el administrador que se quedaría sin trabajo, decidió hacer algunos artilugios con los deudores de su amo para que, una vez que se quedara pobre y sin empleo, lo recibieran en sus casas. Entonces el administrador, renunció a parte de las ganancias que le tocaban de los bienes de su amo, para perdonar algunas deudas a los deudores y de este modo, ganar amigos. El evangelio termina diciendo que en general somos más hábiles para hacer negocios con los bienes de la tierra que para hacer "negocios" con los bienes del cielo.
Pues bien, en ese entonces me quedó el saco y pensé: Finalmente, cada uno de nosotros somos los administradores de los bienes que nos da Dios. Nada es nuestro pues llegamos sin nada y nos vamos sin nada. Ni siquiera la vida es nuestra pues no la pedimos y tampoco decidimos cuándo nos es quitada. De modo que, entendiendo esto, decidí intentar convertirme no sólo en un administrador de los bienes de Dios en la tierra... sino en el MEJOR administrador de sus bienes, comenzando con mi vida.
Y por último, decidí ser el mejor inversionista cuando leí algunos libros de Robert Kiyosaki en los que argumenta que la mejor manera para tener riquezas es siendo inversionistas, pues hacemos que el dinero trabaje para nosotros. Entonces recordé el evangelio donde Jesús dice: "El Sábado está hecho para el hombre, no el hombre para el sábado". Pensé que lo mismo sucedía con el dinero. Muchas veces (y tal vez eso me siga pasando), me la paso trabajando en exceso, con miles de preocupaciones y dejo de entender que, finalmente, el trabajo y el dinero, se hicieron para glorificar al hombre, se hicieron para beneficio y beneplácito del hombre y no para hacernos esclavos semi-robotizados de un estilo de vida. Por eso decidí convertirme no sólo en un inversionista, sino en el mejor inversionista que pudiera poner los bienes de la tierra no sólo a mi servicio, sino al servicio de todos los hombres del mundo.
El evangelio de hoy me recuerda que tengo una misión muy grande que cumplir y que busco gente que quiera ayudarme a cumplirla...
Gracias por leerme.
Luis
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