-¿Cuánto debo ganar? - le preguntó el alumno al maestro.
-¿Por qué lo preguntas, querido discípulo? - respondió el maestro.
-Tú me has enseñado a ser humilde y tengo temor de buscar más de lo que merezco. De querer más de lo que mi alma necesita. De quitar a otros el pan que merecen. Cuando cobre por algún servicio y cuando gane una moneda de oro ¿debería buscar ganar dos o tres o hasta cuántas monedas de oro debería buscar después de haber satisfecho mis necesidades?
El maestro guardó silencio y lo miró a los ojos y viendo que dentro de su alumno había una expresión temerosa, respondió.
Los árboles no se hacen la misma pregunta. Ellos crecen y crecen. Si necesitan absorber más agua para crecer más, van a hacerlo. No se limitan. ¿Alguna vez has visto a un árbol que crezca hasta la mitad de sus capacidades? NO. Nunca. Ellos crecen todo lo que pueden. Amado discípulo, tú debes ser como los árboles. Es tu obligación ganar todo lo que puedas... Y si ganas menos de lo que puedes, serás infeliz porque sabrás que no estás haciendo lo mejor que puedes.
-Pero maestro, -replicó el alumno -¿No es verdad que intentar ganar todo lo que puedo me hace ambicioso y egoísta?
-Todo depende de la nobleza de tus intenciones. Tú puedes decidir ser un pozo o un árbol.
-No te comprendo, maestro.
-Mi muy amado discípulo. Si decides que tu corazón sea un pozo, absorberás todo lo que se te presente, pero nunca serás saciado. Siempre serás infeliz porque sabes que, no hay nada que llene ese pozo egoísta. Sin embargo, si decides ser un gran árbol, decidirás absorber toda el agua que puedas, toda la luz que puedas y todo el aire que puedas... Y eso tal vez te hará ambicioso, sí, pero nunca egoísta, porque sabes que todo eso que absorbas lo podrás convertir en deliciosos frutos que los demás disfruten y podrás ser un gran árbol que brinde su sombra a los afligidos.
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