Cuarenta años llevaba el vagabundo fuera de casa. No necesitaba nada. Podía vivir bajo los puentes en la gran ciudad. Cuarenta años sin cortar su cabello. Cuarenta años sin afeitar su barba. Cuarenta años de una vida solitaria. A penas hablaba para conseguir un poco de comida o para huír de los policías.
Nadie habría creído que apenas, hacía cuarenta años, el vagabunddo había sido el alumno más brillante de su clase. El deportista mejor dotado. El chico más popular y buscado. Pero pensó que él no merecía todos esos talentos. Él se convenció de que su verdadera felicidad radicaba en no necesitar nada, en expresarse a través de su cuerpo descuidado, de las perforaciones que había hecho en su cuerpo y de los dolorosos tatuajes que había dibujado en su piel. Pensaba que era feliz. No necesitaba nada y mejor que sus palabras, se expresaba a través de su cuerpo. Eso pensaba.
Llegó la cita a la que debía acudir con la muerte. Así que de noche, la muerte se sentó a su lado y lo miró durante largo rato. Hasta que él, después de sentir su presencia, se despertó y le dijo que terminara pronto, que lo llevara a donde tuviera que llevarlo.
-No creas que va a ser así de sencillo -dijo la muerte.
-¿Qué tengo que hacer? -Respondió asustado el vagabundo.
-Primero debes contestar algunas preguntas.
-Comienza ahora.
-Llevas cuarenta años siendo un vagabundo... -dijo la muerte.
-Así es, muerte.
-Te has visto al espejo últimamente.
-Sí.
-¿Te gusta lo que ves?
-Pues así soy, amiga muerte. No soy de otra manera más que como soy.
-¿Has visto tus podridas uñas sucias?
-Sí, en efecto, así son mis uñas.
-¿Has pensado cómo hueles?
-Claro. La gente se aleja al verme. Prefiero que estén lejos. Además, yo confío plenamente en Dios y quiero que se haga su voluntad. Limpiarme es hacer mi voluntad y no dejar que la naturaleza fluya. No quiero consumir recursos que le corresponden a otros.
-Entonces así eres. ¿Eres callado? ¿Eres sucio? ¿Eres vagabundo?
-Sí, eso soy muerte. Y así me siento feliz.
-Pues bien, antes de llevarte voy a enseñarte a un hombre al que admiro mucho.
La muerte sacó de su bolsa un espejo mágico y deslizando por él sus manos, comenzaron a aparecer imágenes. En el espejo aparecía un apuesto hombre pulcro, que vestía de negro. La gente lo amaba. Miles de amigos lo rodeaban porque él era el sabio amigo que consolaba al triste con sus palabras. Ese hombre del espejo era un ingenioso empresario que no sólo ganaba mucho, sino que daba mucho. Él invertía su vida y sus riquezas de la mejor manera que podía enontrar. Su cuerpo era sano y bello, sus amistades eran buenas y duraderas, su esposa era hermosa y sus hijos crecían admirando a su padre y siguiendo su ejemplo.
Pasados cuarenta años, el espejo mostró al empresario, rendido en su cama, rodeado de sus hijos, su familia y amigos y apareció la muerte. Y en su última agonía, el buen empresario dio palabras de aliento a sus hijos y dijo: "No se conformen con ser lo que creen que son. El mundo va a querer etiquetarlos. El mundo va a decirles que tienen transtornos, que son incapaces, mediocres, que son indisciplinados, que son incompentes. Y lo que es peor, escuchar muy seguido acerca de sus incapacidades muy probablemente hará que ustedes terminen creyendo que en verdad son flojos, que en verdad son incompetentes, que en verdad son feos o incapaces".
El exitoso empresario del espejo continuó diciendo: "No importa qué etiqueta te ponga el mundo. De hecho pudiste haberte equivocado en el pasado. Pudiste haber sido flojo una parte de tu vida. Pudiste haber sido indisciplinado o mentiroso o ladrón. Pudiste haber sido tonto o ignorante o pecador. Pero eso ya pasó. Tú no eres lo que eres ni eres los errores de tu pasado. Tú eres lo que eres HOY. Cada día tú tienes la oportunidad de ser una persona diferente y cuando encuentres la persona que te gusta ser, no sólo seas diferente sino intenta que esa persona pueda ser mejor constantemente, mejor todo el tiempo. Es tu obligación hacer que esa persona sea más sana y más limpia. Más inteligente y preparada, más culta y elocuente, más amorosa y buena amiga. Estamos llamados a ser fecundos y a formar una familia. Estamos llamados a ser más, a crear más. A disfrutar más. A ayudar más. El secreto es tener la disciplina de preguntarte cada instante de tu vida, cada momento de tu vida, cada segundo de tu vida, si lo que estás haciendo en ese instante te está convirtiendo en una mejor persona, en la persona con la que habrías soñado, la persona que quieres ser."
Mientras el empresario moribundo moría en su cama, la imagen del espejo iba desvaneciéndose. Y el vagabundo comenzó a llorar: "Yo era ese hombre del espejo. Yo sé que habría podido alcanzar esas grandes cosas. Pero no quise. Tuve miedo. No me lleves por favor. Dame la oportunidad de ser joven otra vez. Dame la oportunidad de regresar aunque sea cinco años y enderezar mi vida".
La muerte sonrió y entre gritos... se llevó el alma de aquel triste e inútil vagabundo.
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Este no es un cuento normal. Este es un cuento mágico. La muerte me ha prestado su espejo mágico. Sólo le pedí una condición. La condición era que todos los que leyeran este cuento, tuvieran al menos 24 horas sin llevarse a las almas que leyeran este cuento. Aprovechemos la oportunidad. Imagina entre tus manos ese espejo y mira la persona que serías este momento si hubieras tomado las decisiones importantes en tu vida. ¿Serías padre o madre? ¿Serías empresario o profesionista? ¿Estarías rodeado de amigos? ¿Viajarías? ¿Qué habrías hecho con tu vida si hubieras tomado las decisiones adecuadas?
¿Lo tienes claro? Pues bien has leído este cuento y la muerte se comprometió conmigo a que no morirías hoy y a que tendrías al menos 24 horas para empezar a hacer esos ajustes en tu vida. Sólo tienes 24 horas... No sé, tal vez, si a la muerte le gusta tu plan y te comprometes a seguirlo con fervor y disciplina, ella te recompense regalándote unos 10 años más de vida. O 20. O 50.
Sólo tienes 24 horas de tregua. ¡COMIENZA YA!
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