Defendemos la libre expresión sobre la verdad. Por ejemplo, a los noticieros, a los bloggers a los Twitteros muchas veces no les importa decir mentiras. Pero si alguien los señala como mentirosos y les prohibe decir mentiras, exigen de inmediato su libertad de expresión. EL VERDADERO VALOR ES LA VERDAD y muchas veces es mejor callar que tener la libertad de mentir.
Exigimos la igualdad entre ricos y pobres cuando posiblemente, esa igualdad es injusta. En efecto hay gente que en verdad no tiene nada y que teniendo un poco tendría más oportunidades... Pero hay millones de personas haraganas, conflictivas y que no quieren prepararse y, definitivamente, el rico que se prepara merece tener una vida mejor que el flojo. No te preguntes porqué el rico tiene más, pregúntante que es lo que no estás haciendo para vivir mejor. La justicia y el trabajo son valores universales. La igualdad de oportunidades es un valor universal... Pero la igualdad de condiciones no es, no puede ser un valor. Quien sepa más y quien se esfuerce más, siempre será mejor recompensado (en ese orden, primero tienes que saber). Y eso es plenamente justo.
Exigimos igualdad entre hombres y mujeres. Y en efecto ambos deben tener igualdad de oportunidades para aprovecharlas según sus elecciones... Pero la igualdad de oportunidades no quiere decir que debamos tener igualdad de roles. El valor de la familia es mucho más alto que el crecimiento profesional y muchas veces, hombres y mujeres tendrán que sacrificar su igualdad (valor temporal), para cuidar el valor permanente de la familia y construir una sociedad más justa, cada quién en el rol que por naturaleza le corresponde.
Nos vanagloriamos de no callarnos lo que pensamos cuando muchas veces, lo que pensamos, aunque sea sincero, puede lastimar o influir negativamente a terceros. No callarte lo que piensas no es un valor... Decir cosas que edifiquen a los otros para hacerlos mejores, definitivamente es un valor universal.
Hacer lo que nos plazaca con nuestros cuerpos ha hecho una revolución sexual. Hoy día defendemos a capa y espada poder, básicamente, acostarnos con quien nos plazca. Sin embargo, el verdadero valor no es poder hacer con nuestro cuerpo lo que podamos sino poder edificarnos mediante el amor como personas completas capaces de amar y complementarse con una pareja abierta a la vida.
Otro valor pésimamente entendido es la independencia. Sí, ser independiente es bueno pero cuando sacrificamos el bienestar de nuestro espíritu y nuestro cuerpo, cuando el ser independientes nos aísla de los otros, nos hace intolerantes, gruñones, criticones y perfeccionistas perdemos de vista el verdadero valor del amor, al estar solos en nuestra isla y pensar que no dependemos de nadie. Cada persona en este mundo tiene un poquito de ser que la hace única y que si armáramos un rompecabezas con todas esas personalidades y tuviéramos el liderazgo suficiente para guiarlas por el camino correcto, deinitivamente haríamos cosas grandiosas.
Quiero terminar con el valor del bienestar. Hoy día, las sociedades urbanas somos demasiado cómodas. Poco tolerantes al dolor y al sufrimiento. Basta no comer a nuestra hora, hacer un poco más de tiempo de un lado a otro, que alguien nos lleve un poquito la contraria para entonces quejarons, criticarnos, enfadarnos, etc. Ya no se diga lo que nos pasa con alguna enfermedad un poquito más grave, con una persona un poquito más difícil. Queremos estar tan bien con nosotros mismos y queremos evitar tan a toda costa el sufrimiento que nos olvidamos de todos los valores universales para conseguir ese bienestar. Nos olvidamos de la verdad, de la tolerancia, del trabajo y del sufrimiento del otro. Criticamos al de enfrente por la paja en su ojo sin ver la viga en el nuestro. Queremos estar tan bien con nosotros mismos que nos quejamos de ir un poquito más apretados en el metro, hacemos un pancho si no tenemos coche o si piden que seamos voluntarios para hacer algo un poquito diferente.
En efecto, en este mundo venimos a ser felices pero entendámoslo bien. Para alcanzar la felicidad plena, muchas veces tendremos que hacer sacrificios. El bienestar y los placeres constantes no dan la felicidad plena. Conozco mucha gente muy rica que parece vivir una vida plena, llena de placeres y cosas bellas y que en el fondo sus corazones están vacíos porque su espíritu nunca llega a saciarse de cosas. En cambio hay personas como la madre Teresa de Calcuta que sólo comía verduras y dormía diario en el suelo y logró cosas que muchas personas creeríamos imposibles y sirvió tanto a otros que podemos decir que, a pesar de sus privaciones y algunos sufrimientos, fue una persona plenamente feliz.
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